El Eremitorio de Bolarque

El Desierto de los Carmelitas Descalzos

Eremitorio del Desierto carmelitano de Bolarque (1592-1836)
Se fundó este convento el 16 de Agosto de 1592, con el nombre de NTRA.SRA. DEL CARMEN DE BOLARQUE. siendo los impulsores del mismo Fray Tomas de Jesús, Fray Alonso de Jesús María (constructor del mismo) y Fray Bartolomé de San Basilio (que permaneció en el durante 18 años).
La primera construcción fue un pequeño habitáculo fabricado de madera y ramas, la comida era escasa se alimentaban de frutos silvestres y de unas hiervan que cocían y de un sabor muy amargo. Su creación tenía, como principal cometido, la edificación de pequeñas ermitas diseminadas por el monte, siendo las tres primeras:
SAN ELIAS (Bajo los auspicios de la Duquesa de Feria, quedando como tradición que cada ermita fuera erigida y pagada por personas externas de linaje y poder económico.
SANTA CATALINA Y  la de SAN FRANCISCO Y STA MARIA EGIPCIANA (propiedad de los Contreras, grandes mecenas del mismo).
En 1619 un incendió destruyó el monasterio, volviéndose a reconstruir, llegando en el siglo XVIII a 32 ermitas Con la desamortización comenzó su declive, y en 1843 ya en estado ruinoso, fue comprado por un vecino de Madrid por 14.100 reales. Todos sus ornamentos, muebles, etc.pasaron a la Colegiata de Pastrana, en donde todavía se pueden admirar.
Las ermitas eran de tres tipos, las “ermitas-vivienda” de unos 15 pies de lado estaban diseminadas por el monte, eran cuadradas con oratorio, celda y chimenea para cocinar.
Las “ermitas de devoción ú oratorios”, por los caminos y la “ermita-portería” a la entrada del recinto interior .Los frailes se retiraban allí buscando aislamiento, sobre todo en Cuaresma. El silencio era absoluto “silencio perpetuo”, aunque ellos mantenían un lenguaje de señas y gestos .Eran requeridos al edificio central por toque de campana. Su comida era a base de hortalizas, frutas, pan aceite y vino y todos los viernes del año, en memoria de la muerte de Cristo, solo comían pan y frutas.
Todo el conjunto esta cercado con muros de piedra y sillarejo, “Clausura Papal”, no mayor que la altura de un hombre a lo largo de 4 Km...Otra segunda cerca, más baja y estrecha de cantería en la cual se encontraban ubicados los edificios propios conventuales. La única entrada al “recinto papal”, estaba situada en la parte baja, al sur, y por un camino jalonado de álamos, robles, encinas, etc. se llegaba a la segunda cerca, y de allí a la portería, accediéndose al monasterio por senda estrecha y muy empinada.
 El núcleo principal del Desierto es su convento, situándose éste sobre una meseta inclinada hacía el río Tajo. El Claustro., es su eje central, sencillo y rudo, de un solo piso, abriéndose desde él todas las comunicaciones al resto del monasterio. En el costado Norte estaba la Sala Capitular, a continuación la Sacristía y desde ésta se pasaba a la Iglesia., de una única nave dividida en 5 tramos, en el costado norte tres capillas, siendo la de los Contreras con su bóveda la más completa. Tenía espadaña, a pesar de no quedar nada de ella, pero se sabe que tuvo por grabados de 1884.
En el costado meridional, las celdas de los frailes muy humildes de 8-9 pies de lado; en ese mismo costado se encontraba la sala de reuniones y biblioteca. En su costado meridional y sur, el refectorio, cocina y las despensas. Todavía se pueden apreciar algunos bancales para el cultivo en la caída al río, avellanos, olivos, cerezos. etc.
Con la elevación de la presa, las aguas anegaron la huerta, el viñedo y el molino harinero, en dirección norte; algunas ermitas así como la senda primitiva y caminos cercanos al río.
Hoy es tan solo un montón de paredes ruinosas, pero si dejamos que nuestra imaginación vuele, nos transporta a un pasado esplendoroso, lleno de vida, magia, encanto, y sobre todo, aderezado por un paisaje agreste en el que afloran todos los sonidos naturales del entorno, roto a veces por el motor de alguna embarcación; si cerramos los ojos, percibimos el eco de la campana llamando a vísperas, el roce de los sayos con los matorrales, el olor inconfundible a leña y puchero, a tomillo, romero, almendros en flor... voces, que como un susurro, se mezclan allí, en su Iglesia....

El Desierto en el Carmelo Descalzo
En primer lugar, el Desierto es un espacio geográfico sobre todo apartado, solitario, con montes y fuertes riscos a su alrededor. La naturaleza salvaje del lugar, será transformada y trabajada por el ermitaño, convirtiéndola en un lugar ameno. Es la simbiosis entre el hombre, el monje-ermitaño y el entorno natural, viviendo de los productos que éste le proporciona, construyendo el monasterio sin agredir el entorno natural.
Sus celdas, estrechas y pobres, están separadas unas de otras, y a su vez unidas por un claustro humilde y bajo, labrado muy toscamente, contando con un pequeño huerto atendido por el propio ermitaño, siendo el trabajo manual muy importante, pues se evitaba con él la ociosidad y aliviaba al religioso del cansancio con los ejercicios espirituales.
El Desierto se configura con una alta cerca, delimitando el espacio donde se encuentran diseminas las ermitas, a las que los ermitaños se retiran temporalmente, llamada “Clausura Papal”. En el interior, una segunda cerca rodeando el espacio propiamente conventual (celdas), espacios comunes, Iglesia, Biblioteca, Refectorio, etc. A la entrada del Desierto se encuentra la hospedería y una capilla para los huéspedes. El tiempo repermanencia en el mismo, en sus comienzos, no era perpetua, oscilando entre 1 ó 3 años; no se admitían jóvenes, ni enfermos físicos ni mentales, tampoco laicos, ni mujeres etc. Con las sucesivas modificaciones a la Regla se fueron suavizando.
El tiempo de estancia en el Desierto se le conoce como “JORNADAS” ,dividiéndose en tres: Los dos primeros meses, el ermitaño se ocupa en el conocimiento de sí mismo, y en la aceptación y contrición de sus propios pecados. Moderar el trabajo manual, respeto y obediencia al prelado, prior del Desierto, así como el director espiritual que será escogido por él mismo. Los meses siguientes debe reformarse en su interior, frenando y mortificando todas las pasiones, ejercitando la meditación y contemplación. Y finalmente es la unión con Dios mediante Jaculatorias “en vivos y encendidos deseos de unirse y transformarse en Dios”.
Su horario comenzaba a las 5 de la mañana hasta las 5 de la tarde, entre misas, tercias, letanías, maitines, laúdes, trabajo, descanso y preparación de su comida.
Pasado este tiempo vuelven a sus conventos.”Mejorados, renovados y ricos en virtudes”.
El Desierto se confiere como una ayuda para alcanzar la perfección monástica, la plenitud de su vocación. Es decir, es un estilo de vida buscado en la oración continua. Perpetuo silencio. Clausura inviolable.
En definitiva el Desierto buscaba salvaguardar unos valores definidos en la Regla del Carmen y que no siempre se pueden vivir en un monasterio normal. El Desierto siguiendo la tradición eremita, mantiene viva la llamada al radicalismo evangélico; la renuncia a la patria, familia, riqueza, renuncia o ruptura de todo cuanto rodea al ser humano, rompiendo con el modelo de sociedad dominante o con el sistema establecido, buscando vivir en paz con uno mismo.

Teresa Palomino





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